domingo, 17 de octubre de 2010

VAMPIRO



Querido Mauro:
He decidido quitarme la eternidad.
No puedo soportar una vez más el remanido drama de enamorarme de alguien a quién he de ver envejecer y morir, mientras yo me siento una porquería, con ese confuso sentimiento, mezcla de dolor y remordimiento, producto del adiós al ser amado y de la irresistible atracción que ejercen sobre mí, debo admitirlo, las jóvenes mujeres.
Ya me ha pasado más de cien veces y, definitivamente, esta será la útlima.
Soy demasiado humano para ser vampiro.
Yo no elegí.
Estoy harto de vagabundear por la perrera municipal para alimentarme por las noches. No es que no pueda comer de día. Eso de que el sol puede matarme son boludeces. Pero seguro que termino preso si me pescan mordiéndole el cogote a un perro.
Lo más tranquilo -eso lo aprendí con los años- es andar de noche.
Aparte, tengo la piel muy delicada y el sol, si bien no mata, realmente jode. Más ahora con ese asunto de la capa de ozono.
He visto muchas cosas de noche. De lo más variado. El hecho de no ser visto por los demás es una ventaja.
Sí, ya sé, está mal espiar.
Es muy fácil juzgarme desde tu humana imposibilidad de tentarte.
Pero...¿ Te lo has planteado alguna vez?. Aunque resulte paradójico, he reflexionado  que a veces, desde una insuperable limitación somos proclives a condenar a quienes son igualmente limitados que nosotros y, por el contrario, desde  una perspectiva superior, uno se acostumbra a comprender y, hasta las actitudes más abyectas en lugar de encolerizarnos, nos causan risa.
Pero volviendo al tema de esta carta. Posiblemente cuando la encuentres ya estaré convertido en cenizas (desparramalas en cualquier terreno baldío  -lo del mar es tan cursi...-).
Serán esas cenizas que están alrededor de la estaca, al lado del escritorio.
Por favor, devolvele el martillo al vecino. Es un buen hombre  (aunque no lo creas, cuando su mujer duerme, algunas noches lo he visto levantarse y jugar con unos soldaditos de plástico, todos despintados,  que esconde en su caja de herramientas) .  ¿Cómo le vas a morder el cuello a un tipo así?.
Espero ser certero en el golpe final. No me vaya a pasar como en el tango. Para ustedes, cruzar la línea es fácil, en cambio yo, no puedo errar. Me costaría como un mes internado en la clínica alimentándome a caldos de gallina y cuidándome de no toser fuerte.
Mi asumida haraganería me ha impedido hacer un testamento. Y, en todo caso, dejo más deudas que haberes.¿Sabés una cosa?. Presiento la íntima satisfacción de haber burlado la tan declamada justicia final que consuela a los tímidos.
Dejo impagas deudas tales como cientos de cogotes de perros y hombres inocentes,  mordidos sin más justificación que mi supervivencia, placeres inmerecidos, libaciones a cuenta de una eternidad que, paradójicamente, sabía mentirosa, miradas cómplices, sobreentendidos, alegrías efímeras como burbujas, ganas emocionantes, aventuras fallidas, vergonzosos miedos, impulsos heroicos, claudicaciones, risas.
He sido, en definitiva, un hombre, por lo que ésta decisión, resulta, al fin de cuentas, coherente.
Bien dijiste, palabras más, palabras menos, que la inmortalidad no podría sobrellevarse sin cinismo.
Y yo no quiero ser un cínico.
Donde ya sabés, queda una botella con dos generosas medidas de whisky.
A tu salud, ... y a mi muerte.

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