lunes, 4 de octubre de 2010

RASCARSE



Presencié lo que no fue un suicidio. Ya que los suicidios son intencionales. Pero ese señor. Ese señor no quiso hacerlo. O sí. Se quiso rascar. Es acaso rascarse una  aberración?. Va ello contra la naturaleza humana?. Irá ese hombre a los infiernos?. Le espera acaso un purgatorio “desuñado”?. Se puede sufrir “completamente” sin uñas?.  Lo cierto es que el desgraciado se rascó. Se rascó hasta el placer. Y continuó rascándose. Cuando manaron sus primeras sangres, debió detenerse. ¿Quién puede afirmar eso?. Ah, la Prudencia. La Señora Prudencia. ¿Y quién atiende a la Prudencia ante el placer?. Al menos yo, no.  Quienes no lo conocen, tal vez. No se si es inocente. Y a esta altura no me importa. Y a nadie debería importarle pues, ya ocurrió. Ya él ocurrió. Ya ocurrió su rascada. De rascarse con ganas. De rascarse con placer. De rascarse con ojos cerrados, pero mirando  al cielo. De abrir la boca, de tanto rascarse. De fruncir el seño y sangrar. De desangrarse. De rascar las entrañas y atravesarse entero. De propiciar historias de monstruos despanzadores. De rascar el aire. Por si las moscas, limpiaré mis uñas. Ya que la gente es escéptica. Y no cree en el morir de placer.-  

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