martes, 25 de enero de 2011

ROSTROS



¿Qué necesidad tienen de poner rostros?
Terminaré por dejar de leer revistas.
Son insoportables en el baño. Me observan y me inhiben. No puedo apagar la luz y dejarlas al lado de mi cama. Se que me están mirando aún en la oscuridad. He encendido la lámpara repentinamente para comprobar que para mi espanto permanecen con sus ojos abiertos, a veces sonrientes o incluso fingiendo distracción; otras insolentes y con su mirada inquisitiva, pero siempre –indefectiblemente- invadiendo el íntimo territorio de mi mente para torturarme.
No es solución –ya no lo es- poner la contratapa hacia arriba cuando esta no contiene retratos, ni buscar dentro de la publicación alguna página que no los tenga.  Sé que están ahí. Apenas a una brisa de reaparecer y exponerme a su macabro antojo. No encuentro refugio cierto en esta, mi propia casa, atestada de revistas y publicaciones, plagadas a su vez de retratos infernales.
La casa es grande… ya es inmensa. Y no me atrevo a entrar a ciertos cuartos porque lo sé. Sé que allí están acechándome. Están por todas partes y, ahora que lo pienso, tengo la certeza de que es demasiado tarde. No he de salir de aquí, de este refugio último donde escribo y del que me encargué por un impulso instintivo o quizás desgraciado que en definitiva  hará más larga mi agonía, de quitar a oscuras y entregado al tacto de mis inhábiles manos atadas por mi voluntaria y transitoria ceguera, cualquier impreso en papel que se pusiera a mi alcance en la torpe pero meticulosa búsqueda expurgatoria.
No existen rostros aquí que me amenacen. Estoy seguro de ello. Estoy seguro.  Tan seguro como de mi cercana muerte cobrada por el hambre. Me lo asegura el rostro ajeno y aterrado que veo en mi pantalla.