martes, 6 de diciembre de 2011

"BAR AVENIDA"



A propósito del Bar Avenida: (la esquina que nunca duerme), de los Hermanos Gadea, allí –lo aseguro- fui testigo y partícipe de cosas fantásticas. La partida de truco con cartas imaginarias (sin cartas) en la que al Salchichón le cantaron  “33 de mano”  y en la que el logró anular la vuelta diciendo “va de nuevo…sin querer  me dí cuatro cartas….”;  los recitales de “Guitarra larga Ramírez”, que también –munido de un instrumento inexistente y de diapasón infinito, a juzgar por el extremo estiramiento de su brazo izquierdo- cantaba como inspirado por los Dioses y abstraído en sus melodías,  mientras los demás le prestábamos –literalmente hablando- una atención fugaz para volver a nuestros asuntos de alcohol y choripán; la conversación con el “Twyggy”, quién me pedía algo de plata para concurrir a un Kilombo cercano, mientras se le escapaba un perrito diminuto, tipo Chihuahua berreta,  de uno de los bolsillos del camperón que llevaba puesto;  el sándwich de sandía servido en el plato  (ante el requerimiento burlón y desafiante de un atrevido capaz de dudar que en el Bar Avenida había de todo –fue, y no se me discuta, el primer Drugstore en el mundo-). Los encendidos  discursos de Evaristo Tutti, eternamente reelecto Intendente de Isletas, según él mismo se jactaba: por su “inmenso instrumento de convicción” asociado a la notable mayoría de femeninas en el padrón de su Distrito. Tutti, se la jugaba en aquellos tiempos difíciles y denunciaba de “trompetas!!!”  a los políticos de turno, ante nuestra incontenible ovación. Recuerdo que murió en la pobreza –fiel a su honradez y a sus principios-, casualmente junto a “Twyggy”,  también infausto en la ocasión, en una casa abandonada y con una botella de Caña Palanca obviamente vacía como único testigo del ascenso de aquellas buenas almas al Cielo.  Recuerdo grescas infernales, de las que logré huir justo a tiempo y reflexionando: “¿para qué me quede hasta tan tarde, si sólo vine a comprar cigarrillos?”. Recuerdo al “Negro”, que declaraba luchar contra su adicción al alcohol y por lo tanto, sólo se permitía empinarse las botellas de Colonia 555; recuerdo al “moco itinerante” del Gordo que nos miraba fijo, hablaba amargamente sobre las mujeres, se pasaba la mano por la cara o el pelo… y con ella el moco  que iba y venía por toda su cabeza y que –inevitablemente- nos distraía del apasionado discurso, con su azaroso viaje.- Recuerdo que había un lugar secreto –entre las botellas de un estante- en que “yo” tenía mi encendedor reservado (o así me lo hicieron creer, como a todos los que allí recalábamos, los dueños del Bar). Recuerdo que en aquellos tiempos, y a esas horas todas las mujeres… y digo todas… dormían en Crespo (o así estaba tácitamente convenido), ya que ese tiempo sin tiempo era para “comentar el partido” de la noche recién muerta de cada banda o náufrago solitario que –como llegado a rastras a su madriguera- sentaba su culo en las frías, azules y despintadas sillas de lata.   Recuerdo los incomparables choripanes… el “Delifrú”, el café despertador con una cantidad de azúcar que hoy me resultaría intragable, los osados que se “enganchaban” en la misa del domingo, como para volver “justificados” a su casa.. Recuerdo los cueros de serpientes inmensas, los cuadros de boxeadores y automovilistas, los frescos de las paredes. Recuerdo ir a mear en el terreno vecino. Recuero mis primeras “timbas” de figuritas compradas en el Bar y perdidas inmediata y torpemente ante pibes más expertos bajo la mirada del San Martín mudo y solemne del busto de la “Plazoleta”.  Recuerdo las confusiones (de interlocutores) …  y  las confesiones (de amores,  -hasta los nunca declarados a su destinataria …que dormía-…).  Recuerdo decadencias, abyecciones, obras de arte espontáneas, gloriosas e irrepetibles. Hoy paso por el lugar sin ver, pues no me importa ya que no está el Bar. No hay fecha cierta -¿Qué cosa es “cierta”?- para su verdadero final.  Quizás cuando muera el último de los que allí asistimos –y aún no ocurre-  habrá cerrado sus hermosas puertas – y dormirá la esquina que nunca duerme- el “Bar Avenida”.- 

domingo, 6 de noviembre de 2011

EL MONSTRUO DE FRANKENSTEIN EN EL ASCENSOR.


Ya sé que no sirve, ni resulta conveniente contar los sueños propios, ya que sólo a uno le resultan interesantes, son difíciles de relatar con alguna estructura coherente o, al menos, comprensible para los sufrientes interlocutores y suelen terminar en bostezos, miradas inútilmente esforzadas para acceder a nuestra “fascinante” experiencia onírica y en un “Ahí me desperté”, seguido de explicaciones inexplicables tendientes a justificar de alguna manera nuestro acto de absoluto egoísmo consistente en apropiarnos por un rato de la atención del prójimo sabiendo de antemano y de modo casi moralmente criminal, que nuestra narración culminaría en nada. Justo en el punto “culminante”. Contar nuestros sueños es, ahora que lo pienso, descubro y asumo, una paradoja propia de un malvado, capaz de destruir sin remordimientos hasta al noble concepto de la inmaculada solidaridad. Es “compartir” con intención egoísta.  Es “mi placer”, tener en vilo al resto que espera y hasta ruega por el apoteósico desenlace, transitar mi relato de vía muerta.
Mas,  no puedo evitarlo. Y advertidos que están, me asalta la necesidad irreprimible de compartirlo. Anoche casi fui ahorcado por el monstruo del Dr. Frankenstein. Y en el limitado habitáculo de un ascensor. No podía huir, por lo que atiné más movido por el miedo que el coraje, a asestarle dos veloces puñetazos cargados –a eso lo juro- con toda la fuerza que permite el instinto de supervivencia. El “coso” pareció dudar un instante… pero no dudaba –sospecho que no posee esa facultad-.  Me tomó por el cuello y me alzó como a un muñeco. Ví sus ojos fríos y asesinos. Experimenté el inminente e inevitable ahogo. Se me ocurrió –creo- golpear esos tornillos que asomaban en sus sienes. Y … “Ahí me desperté.

sábado, 29 de octubre de 2011

Todavía, no.

No estoy muerto, sino resucitando -eso creo- . Metido en mi novela-despelote que será? "Ojorojo". Besitos.

viernes, 8 de julio de 2011

AL CAMPO



Decidió alejarse de todo. Del ruido. De las redes sociales. Del teléfono. De la TV. De la compu. De las reuniones de compromiso. De la sociedad.
Y se fue al campo.
No lo hizo en actitud rebelde ni de hartazgo.
Lo hizo por temor o súbita sospecha de encontrarse alienado.
No lo hizo declarando una definitiva ruptura.
Lo hizo para –sin más explicaciones- hallarse a solas con él mismo.
Habitó un indeterminado tiempo en una tapera cedida sin plazos por un amigo.  De esas que no han acabado de derrumbarse, emplazadas en la profundidad de los inútiles, improductivos y frecuentemente inundados territorios del Sur de Entre Ríos que se observan, aparentemente infinitos, monótonos e iguales, a ambos lados de la ruta cuando se viaja en auto a Buenos Aires.
Su amigo –para “eso” están los amigos- cumplía semanalmente con no preguntar y, en lo posible, no tomar contacto con él, limitándose a dejar los bultos con comida y agua mineral. Ya habría tiempo para conversar y aquel no debía preocuparse –le había asegurado al despedirse-.
La paz y determinación de sus ojos, sin dudas resultaron lo suficientemente convincentes, y hasta tranquilizadoras.
Llevó consigo tres gruesos y pretensiosos cuadernos de notas, más al poco tiempo –sin horas, sin días y sin relojes- intuyó que mucho más de dos de ellos estarían de sobra.
Intentó la reflexión y no halló nada.
Intentó la poesía y encontró lo burdo.
Intentó el ayuno purificador y, muy en breve, recurrió a los paquetes de comida.
Intentó la inspiración y sólo vio desgarbados espinillos sin propuesta.
Intentó la cacería y no halló presas a disposición.
Profirió gritos extenuantes … y no oyó ecos, ni respuestas.
Su nerviosa espera en el sitio acordado para recoger los atados con comida, le otorgó el alivio cuando, tras un tiempo incalculable, divisó la camioneta de su amigo.
Ocupó el lugar derecho del asiento y no hubo palabras durante el viaje de regreso, ni al bajarse en la puerta de su casa.
Encendió el televisor y supo sobre fecha y situación.
Transcurrió con ¿placentera? ansiedad el domingo que faltaba.
Y a primera hora de aquel lunes cumplió sin queja alguna con el compromiso de comunicar su reintegro anticipado y su renuncia a los restantes días de licencia. Abrió  con calma la puerta de su oficina, encendió la radio a buen volumen, reactivó su PC y observó gustoso la aparición de tantos mails no abiertos y por abrir. Tomó el tubo del teléfono y … lo volvió a colgar, con presentido placer. Se reclinó en el sillón de su escritorio y cruzó los brazos tras su nuca con una –ya casi olvidada- semi sonrisa. De aquellas propias de un tipo, situado al fin, en su agradable y siempre presto a recibir …  vacío. 

jueves, 30 de junio de 2011

PERSIANAS


Se trata de bajar persianas…
Uno que anduvo mirando al sol, aún al precio de encandilarse.


Se trata de bajar persianas, parece.

De bajar, si es menester todas, incluso las más queridas.

Para “salvarse”.

¿De qué?, ¿De Quién?, ¿Para Quién?

Se trata de bajar persianas…
El mejor método de “autoayuda”

¿De Quién?, ¿Para Quién? ¿Contra Quién?

Casi me he convertido en un experto
que baja persianas y vuelve, sin más, a “lo suyo”.

En ello me descubro, sorprendido de mí mismo, hasta “eficiente”.
Y siento que ya ni me duelen los brazos (quizás un poco el alma –lo confieso-).

Pero ocurre que “lo suyo”, de tantas persianas caídas,
se asemeja a un territorio perfectamente “a salvo”,
pero oscuro, solitario y hasta aterrador.

¿Para Quién? ¿Para mí?

martes, 28 de junio de 2011

INSECTO EN INVIERNO



¿Qué hace un insecto parecido a un mosquito en invierno?
Lo barrí de mi Escritorio con un trapo.
Pero creo que merecía mejor suerte, por su valentía y carácter transgresor.

Es que los insectos-mosquitos corresponden al calor.
Este sujeto “no pertenecía” a esta situación tan gélida.

Estaba medio atontado, y no creo que fuera capaz de volar –lo reconozco-
Pero ello no justifica un barrido infame como el que le propiné.

Quizás, con ese gesto brutal y desdeñoso,
Haya abatido al primer Argonauta de su especie.

Siento una incipiente culpa por el fin de su aventura.

¿Y si a “nuestro Adán”, apenas descendido del árbol,
un Gigante prepotente o hasta distraído lo hubiese “limpiado de un plumazo”?  

martes, 21 de junio de 2011

MARTÍN


Martín, sin historia y sin apellido.

¿Adonde fue Martín?

Habita apenas en mi memoria y no sé si de alguien más, como les suele ocurrir a aquellos hombres que vivieron y murieron solos.

-"Te juro Negro, que pasó así, como te lo cuento. Y te lo juro por Dios. Si así no  fuera, que me caiga muerto en este momento".

Un ruido sordo y seco llenó la noche. El Negro trató de asimilarlo en el tiempo que duraron sus cuatro pasos de caminata de regreso hacia la casa de Martín y se percató de que no tenía más acompañante nocturno.

Martín yacía, cuatro pasos atrás,  desparramado debajo de los armazones de fierro amarilllo -de función indescifrable para los pibes que jugábamos en el barrio-, como muerto.

No había que provocar a Dios. No había que  pronunciar su nombre en vano.

¿Era el Todopoderoso capaz de castigar de manera tan cruel a un pobre viejo borracho y solitario,  con semejante rigor por el solo hecho de invocarlo como testigo?

El Negro volvió sobre sus pasos y comprobó que Dios algunas veces -demasiadas veces- se ocupa sólo de cosas más importantes que los hombres no alcanzamos a entender.

De todas maneras, en este caso estaba bien que así sea –reflexionó en un suspiro aliviado cuando vio a Martín desparramado en el suelo, tomándose la cabezota y gimiendo… pero vivo-.

Martín se levanto con un chichón inmenso en medio de su arrugada frente y el Negro lo acompañó hasta la inmensa, infinita, soledad de su cama fría.

Vivía de prestado en la esquina. En una de esas casas misteriosas, de propietarios desconocidos, muertos o lejanos y desinteresados.

Nos tiraba agua helada por las rendijas de las persianas de madera despintada cuando interrumpíamos su siesta y osábamos sentarnos a conversar y a hacer ruido  en el umbral de la puerta -de esas de antes- con escalón de ladrillo anaranjado al frente.

No sé más de él, ni creo que nadie sepa.

Su anécdota, sin embargo, nos ha hecho reír -con pretensiones de eternidad- después de quién  sabe cuantos almuerzos.

Apenas eso. Martín, sin apellido y sin historia.

Me ha servido hoy para que se rían por un rato mis hijas, inconscientes y sin culpa alguna, como él. Para percibir lo fugaz y trascendente de un chichón, o de una risa.

En una de esas -¿quién de los sabihondos lo sabe?- , existe un lugar por ahora inasequible que  se nos guarda a Martín, al Negro, a los chicos víctimas de su agua helada que no cambiaron su inocencia  y sus ansias de aventura por monedas, para encontrarnos y ser felices sin angustia alguna o incluso hasta para chocarnos con armazones de hierro que nos desmientan en nuestros desvaríos, no ya a manera de condena o para hacernos sentir culpables sino tan sólo, y nada menos, para desafiarnos a nuevos desatinos curándonos paradójica y eternamente de la tan temida  "herida absurda".

viernes, 17 de junio de 2011

REALIDAD "VIRTUAL" (SIC)



No sé que hice. Pero me importa un carajo.  Me encanta y me moviliza Whitsnake y “Child of Babylón”.  Ta  ta ta ta tannn,  Ta ta ta ta tannn!!!!,  Child Of Babylooooonn!!!. DESCONFIGURÉ TODO. QUE TIEMPOS INFAMES ESTOS, EN LOS CUALES, UNA SIMPLE E INENTENDIBLE "DESCONFIGURACIÓN" DE UN APARATO PASIBLE DE SER CAGADO A PATADAS Y ANULADO PARA SIEMPRE, TE PONE EN ESA SENSACIÓN (EN ESTE CASO VIRTUAL, PERO OTRORA EMOCIONANTE) DE SENTIRTE PERDIDO. ANTES (ME PARECE O LO IMAGINO), PERDERSE ERA PERDERSE EN SERIO. AHORA LA SALVACIÓN ES DESENCHUFAR TODO, DORMIR Y LLAMAR AL TIPO JOVEN QUE SABE DE ESTOS FUCKINGS APARATOS.  LA TECNOLOGÍA ME RESULTA SEGURA ... Y POR LO TANTO INSOPORTABLE. CUALQUIER DÍA (Y CREO HABERLO OÍDO YA) ANDAREMOS DÁNDONOS BESOS Y ABRAZOS VIRTUALES, ASCÉPTICOS Y PROPIOS DE INTERNET. ME CAGO EN INTERNET. YO PREFIERO EL OLOR A PASTO VERDE, A TIERRA, A TRANSPIRACIÓN. PREFIERO UN DESAGRADABLE SALPICÓN DE SALIVA PROFERIDO POR MI INTERLOCUTOR Y HASTA SU MAL ALIENTO O EL ENCANTADOR OLOR A ROUGE.  PUES BIEN... YA QUE ESTE ES MI TIEMPO: "LARGA VIDA A BILL GATES"... Y A JIM MORRISON (CON EL QUE ME QUEDO). A PROPÓSITO... ESTE TIPO... COVERDALE... TIENE BUENA VOZ ... LE AVISORO FUTURO. DEBERÍAMOS JUNTARNOS, ABRAZARNOS Y DARNOS MUCHOS BESOS, ANTES DE QUE SEA TARDE Y FORMEMOS PARTE DE UNA "REALIDAD" VIRTUAL.

viernes, 3 de junio de 2011

LA LUPA DE AREKNIS



LA LUPA DE AREKNIS”

Areknis se sabía poseedor de un inmenso poder.
No le había sido conferido por merecimientos, sino por un extraño azar cuyas causas, lógica y racionalmente, Areknis desconocía. ¿Pueden conocerse acaso las causas del azar?. La propia definición del azar repudiaba tal posibilidad. Si hay causa, no hay azar –se repetía Areknis-.
Sin embargo, los habitantes de la gran Aldea no se detenían en tales incómodas reflexiones y se empeñaban en creer-amar-temer  a Areknis y a su lupa. Porque referirse a Areknis implicaba, de manera inescindible, a su lupa.
Los niños de la gran Aldea garabateaban incluso,  sus primeros monigotes de Areknis “con su lupa”.  Cualquier forma o imagen, por absolutamente primaria que fuera, era reconocida –ya que Areknis no era, en rigor de verdad, “conocido” por la gente de la gran Aldea-  como Areknis en tanto apareciera acompañada de su lupa. No era concebible un Areknis sin su lupa, como no era concebible un azar con causa.
Ello precisamente: esa última “vuelta de tuerca” rehuída o excusada sin más por su grey, esa “no cuestión”,  ese  confortable “creer-amar-temer”, era lo que le perturbaba, al punto a veces, del disgusto y la cólera para con quiénes le amaban y a quiénes él debía amar. 
Puede leerse en los -escritos por un extranjero y poco confiables según sus más furiosos detractores-  libros  sobre  el devenir de la gran Aldea, que aquello fue el motivo del desastre.
Relata el parágrafo 170 del Segundo Libro del Aleccionador  Y he allí, en la cómoda  ignorancia  y en la vacua  indagación de sus fieles,  que Areknis  no halló más forma que el castigo”.
Tras la catástrofe a la que sobrevivieron sólo algunos -merced a la suerte y no a la razón- que no tardaron en llamarse “elegidos” para el mayor asco de Areknis,  éste  -de furia ya saciada- comprobó la persistencia en su duda inicial.
Y se sintió impotente y sucio de muertes. Y se sintió pobre e ignorante. Y se sintió mínimo e insignificante. Tan insignificante y a tal punto diminuto, como para comprender, en un segundo de lúcida intuición, que sólo a través de una mágica y poderosa lupa le resultaría posible tornarse divisable en la infinita inmensidad para Aquel Otro.

martes, 31 de mayo de 2011

Vamp... (por Mario Milocco)

 Le pasé para probar-jugar,  el texto de “Confesión”, que había metido hace tiempo en el blog. Al día siguiente –o al otro, a más tardar-, me mandó esto que él denomina “Historietita”. A mí me parece fantástico y hasta me da miedo: ¿Cómo hace este tipo para “leerme” tan bien la cabeza?. Tanto los dibujos, como el texto y hasta el Título (acertados y contundentes  para esa “Historietita”),  le pertenecen exclusivamente a Mario.  Lo publico arbitrariamente y sin consulta como gesto de admiración.  Dibuje Maestro!!!

INSOMNIO DE INVIERNO



Hasta ¿pocos? años atrás, mis insomnios consistían en una deliciosa nocturnidad.
Ni se me ocurría denominarlos “insomnios”.  Eran, más bien, “mi parte” del tiempo. Mi egoísta y robada al reloj,  parte del tiempo.  De aquellos robos en más de una ocasión salía impune y feliz, con la felicidad propia del buen tramposo, y en otras tantas pagaba estoico mi condena de ardor de ojos y resaca, de mañanas hostiles y soles impiadosos.
Sin embargo los buscaba o me venían  -¿Qué se Yo?-. Colmados de sorpresas y emociones, ahí estaban …  convidándome a no calcular precios.
Pero ahora, y en invierno, es otra cosa. Es que debo levantarme y vestirme entero. Es que afuera hiela.  Es muy diferente… amargamente diferente incluso a otros inviernos no tan lejanos, en los que ni siquiera me molestaba en acostarme a dormir por lo que, lógicamente no necesitaba desvestirme, meterme en la cama, levantarme y vestirme otra vez.
Nada de eso: Aguardaba y palpitaba excitado el advenimiento de la noche…. de “mi noche”.
Acatando terapias y consejos bienintencionados, hace un tiempo que intento –y lo suelo practicar- “acostarme temprano y como debe ser”.
Y surgen los demonios. Y la compulsión. Y me pican las sábanas. Y saco una pierna y me da frío. Y me doy vuelta y me revuelvo. Y me acomodo de un costado. Y me ovillo como un feto (casi a salvo). Y me reacomodo del otro costado. Y me da calor y hasta transpiro.  Y tomo agua de la mesita de noche. Y me pongo “panza arriba” y con los brazos cruzados sobre el pecho –tipo muerto-. Y suspiro. Y pienso en lo que estoy pensando y en cómo carajo llegué a ese pensamiento. Y rebobino pensamientos hasta su mismo origen. Y miro –silencioso, sumamente silencioso- los numeritos digitales y fluorescentes del reloj. Y me doy vuelta dándoles la espalda en un vano afán por ignorarlos.
Y a la más exacta e imprudente de las deshoras, decido levantarme. A veces concluyendo que el infierno no ha de parecerse a “la nada” tan injustamente temida. Y advoco a mi admirado Sócrates, en el Fedón, descreyendo de esa suerte de nada o sueño eterno, del que no puede temerse ya que “no es”. No es posible el mito de Endimión. “No puede temerse a la nada”, me repito. No. Esto es algo peor. Es estar consciente en horas propias de inconscientes. En horas “muertas” para los normales.  Esto es un mínimo “botón de muestra” del infierno que tal vez merezco. Y debo levantarme. Y en invierno. Y vestirme, y abrigarme. Y presentir, pese a todas esas vallas de incómodo ropaje que me lo advierten, que en escasas horas pagaré mi “Factura”.
Pero me levanto.
Y compruebo -ante el abominable blanco de la pantalla o de la hoja- que ya no se trata de hermosa  nocturnidad, sino de insomnio. De un insomnio de invierno.

CONTRAINSTROSPECCIÓN.









NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA

QUE LOS ÁRBOLES ME RESULTAN COMO ESPECTROS

NO PENSARME A MÍ, 
NO AHORA

QUE LAS MIRADAS SON TAN FRÍAS,  DE DESPRECIO

NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA

QUE DEMASIADAS VÍCTIMAS YA CARGO

NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA

QUE TODA CONCLUSIÓN ME SERÁ HORRENDA

NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA

SITUADO EN TERRITORIO DE TINIEBLAS

NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA

ACOMPAÑADO POR MI MALA COMPAÑÍA

NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA

QUE  BAJÉ  CASI TODAS LAS PERSIANAS

NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA

QUE YA ANDUVE POR ESTOS LABERINTOS

NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA

QUE NO PUEDO HABLAR CON NADIE, Y QUE NO QUIERO

NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA

QUE DORMIR SERÍA LA CALMA TRANSITORIA

NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA

PENSAR QUE APENAS ALGÚN GESTO EN SUS RECUERDOS,

JUSTIFICARÁ ESTE Y TODOS MIS MOMENTOS. 

miércoles, 9 de marzo de 2011

música y afectos


Música y amigos:  En la madrugada del viernes se me ocurrió….. no, no se me ocurrió “se me salió” como salen algunos cuentos,  un deseo por compartir la agradable sensación que me provocaba el escuchar un disco de esos “guardados en no sé que cajón de los sentimientos”. Se trataba –como pudo aleatoriamente tratarse de cualquier otro- de “Jazz”, aquel disco de Queen que –confieso- no es para nada mi disco favorito de la Banda, sino más bien fue en su momento motivo de mi enojo por las expectativas puestas en él cuando lo tuve por vez primera en mis manos y una suerte de decepción tras escucharlo. Sin embargo esas melodías ya remotas en mi cabeza, lograron transportarme por un mágico instante a través de sensaciones placenteras, casi diría reminiscentes. Y “aparecieron” mis amigos… asociados inevitablemente, como cuando entramos a una casa y percibimos el aroma particular de “esa casa”, de aquella –quizás no la misma- que a veces frecuentábamos y que perdimos (¿perdimos o será que guardamos en los “libros de la buena memoria”?).  Pues bien: tiré –disfrazado de patético dictador- mi botella al mar de los afectos y en este confuso momento de mi vida-viaje  supe, para mi al menos momentánea paz, que “por ahí” andan ellos. Los míos. Los que me acarician el corazón. Sirvió “Jazz”. Te debo una “Jazz”.    

martes, 25 de enero de 2011

ROSTROS



¿Qué necesidad tienen de poner rostros?
Terminaré por dejar de leer revistas.
Son insoportables en el baño. Me observan y me inhiben. No puedo apagar la luz y dejarlas al lado de mi cama. Se que me están mirando aún en la oscuridad. He encendido la lámpara repentinamente para comprobar que para mi espanto permanecen con sus ojos abiertos, a veces sonrientes o incluso fingiendo distracción; otras insolentes y con su mirada inquisitiva, pero siempre –indefectiblemente- invadiendo el íntimo territorio de mi mente para torturarme.
No es solución –ya no lo es- poner la contratapa hacia arriba cuando esta no contiene retratos, ni buscar dentro de la publicación alguna página que no los tenga.  Sé que están ahí. Apenas a una brisa de reaparecer y exponerme a su macabro antojo. No encuentro refugio cierto en esta, mi propia casa, atestada de revistas y publicaciones, plagadas a su vez de retratos infernales.
La casa es grande… ya es inmensa. Y no me atrevo a entrar a ciertos cuartos porque lo sé. Sé que allí están acechándome. Están por todas partes y, ahora que lo pienso, tengo la certeza de que es demasiado tarde. No he de salir de aquí, de este refugio último donde escribo y del que me encargué por un impulso instintivo o quizás desgraciado que en definitiva  hará más larga mi agonía, de quitar a oscuras y entregado al tacto de mis inhábiles manos atadas por mi voluntaria y transitoria ceguera, cualquier impreso en papel que se pusiera a mi alcance en la torpe pero meticulosa búsqueda expurgatoria.
No existen rostros aquí que me amenacen. Estoy seguro de ello. Estoy seguro.  Tan seguro como de mi cercana muerte cobrada por el hambre. Me lo asegura el rostro ajeno y aterrado que veo en mi pantalla.