viernes, 3 de junio de 2011

LA LUPA DE AREKNIS



LA LUPA DE AREKNIS”

Areknis se sabía poseedor de un inmenso poder.
No le había sido conferido por merecimientos, sino por un extraño azar cuyas causas, lógica y racionalmente, Areknis desconocía. ¿Pueden conocerse acaso las causas del azar?. La propia definición del azar repudiaba tal posibilidad. Si hay causa, no hay azar –se repetía Areknis-.
Sin embargo, los habitantes de la gran Aldea no se detenían en tales incómodas reflexiones y se empeñaban en creer-amar-temer  a Areknis y a su lupa. Porque referirse a Areknis implicaba, de manera inescindible, a su lupa.
Los niños de la gran Aldea garabateaban incluso,  sus primeros monigotes de Areknis “con su lupa”.  Cualquier forma o imagen, por absolutamente primaria que fuera, era reconocida –ya que Areknis no era, en rigor de verdad, “conocido” por la gente de la gran Aldea-  como Areknis en tanto apareciera acompañada de su lupa. No era concebible un Areknis sin su lupa, como no era concebible un azar con causa.
Ello precisamente: esa última “vuelta de tuerca” rehuída o excusada sin más por su grey, esa “no cuestión”,  ese  confortable “creer-amar-temer”, era lo que le perturbaba, al punto a veces, del disgusto y la cólera para con quiénes le amaban y a quiénes él debía amar. 
Puede leerse en los -escritos por un extranjero y poco confiables según sus más furiosos detractores-  libros  sobre  el devenir de la gran Aldea, que aquello fue el motivo del desastre.
Relata el parágrafo 170 del Segundo Libro del Aleccionador  Y he allí, en la cómoda  ignorancia  y en la vacua  indagación de sus fieles,  que Areknis  no halló más forma que el castigo”.
Tras la catástrofe a la que sobrevivieron sólo algunos -merced a la suerte y no a la razón- que no tardaron en llamarse “elegidos” para el mayor asco de Areknis,  éste  -de furia ya saciada- comprobó la persistencia en su duda inicial.
Y se sintió impotente y sucio de muertes. Y se sintió pobre e ignorante. Y se sintió mínimo e insignificante. Tan insignificante y a tal punto diminuto, como para comprender, en un segundo de lúcida intuición, que sólo a través de una mágica y poderosa lupa le resultaría posible tornarse divisable en la infinita inmensidad para Aquel Otro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué bueno!!!! recuperaste la conectividad, ahora a publicar lo atrasado. Te seguimos leyendo!!!!