jueves, 7 de octubre de 2010

PRISIONERO.



Cumplo una justa condena y para ello, me han encerrado en una extraña cárcel circular.-
Soy  su único habitante y puedo moverme con una paradójica libertad por todos los confines de mi prisión.-
No se ya cuántos años han pasado pues aquí el tiempo también es circular y precisamente uno de los más aterradores aspectos del castigo es ese: todo transcurre en un volver a empezar continuo que aparentemente será eterno.-
He caminado interminables -verdaderamente interminables- horas por el perímetro interno de la altísima, inmensa muralla, construida con enormes y antiguos bloques de piedra ennegrecida por una constante humedad que incluso se respira en el aire denso y pesado cuando me acerco a la pared.-
De los intersticios habidos entre bloque y bloque, brotan especies de enredaderas trepadoras con caprichosas formas que no me permiten asimilarlas a figura alguna, bien sea para hallar algún mecanismo de  situación  o cuanto menos para una inocente distracción que me permita sobrellevar la espantosa monotonía.-
Nunca logré ver a mis guardianes y, en rigor de verdad, no se presentan necesarios en lo absoluto ya que la extensa muralla es tan elevada que me resultaría imposible escalarla.- Las enredaderas no sostendrían ni tan siquiera el peso de un ratón, por más que se las una en forma de gruesas sogas vegetales y cada bloque de piedra que constituye la gran pared, tiene el tamaño de tres hombres altos.-
Duermo donde me vence el cansancio ya que todo el territorio de mi encierro -al menos el que he conocido- es igual, de arena gris y pedregosa, y no existe ningún tipo de reparo, a menos que por tal se entienda recostarse contra la muralla.-
Las escasas lloviznas que han caído por las noches -apenas diferenciables de la persistente y densa bruma nocturna-, no dejan rastro de su existencia al poco rato de haber salido el sol.-
Durante el día, no recuerdo haber visto llover aquí.-
Me alimento de trozos de carne de especies irreconocibles y frutos -también desgarrados y amasijados que me impiden su identificación- que encuentro de tanto en tanto, a veces semipodridos y que evidentemente son dejados en pequeños montículos en forma deliberada por mis carceleros, a quienes nunca ví haciéndolo.-
En esta grandiosa y sencilla prisión he de encontrar el fin de mis días, o lo que me resulta más aterrador, nunca encontraré el fin.-
Pero... algo altera esta infernal monotonía. Estoy despertando de un largo sueño. La cabeza  me duele de manera casi insoportable. A través de mis párpados percibo el rojo intenso de un sol abrasador que me ha atormentado durante mi pesadilla. El ardor es atroz, pero consigo abrir los ojos.-
Y me encuentro tendido en el suelo, dentro de una inmensa prisión circular.-

No hay comentarios: