jueves, 30 de septiembre de 2010

TOTO y LA RATA



Para mi Porotito


Toto y la rata

Me dormí con esa espantosa imagen. Toto, satisfecho, devoraba delante de mi puerta una rata inmensa que no quiero imaginar de donde sacó.
Lo conozco al muy taimado. Es tan embustero y haragán como su dueño y, con tal de agradar, no me extrañaría que la haya “cazado” estando ya muerto el pobre roedor, y traído hasta el umbral en calidad de presa, dándose cortes de temible depredador.
Pero así es este gato degenerado. Y nos llevamos bien con nuestro pacto de silencio y de “no joder al otro”.-
Aunque en realidad anoche, debo admitirlo, me hinchó las pelotas esa imagen. Y el ruido. Un crepitar de huesitos de rata a mediocomer que, paciente y placenteramente, Toto trituraba deteniéndose de a ratos solo para mirarme con desdén y satisfacción.- Los pelos de la rata, mojados por los lengüetazos, las tripas asomando y esa cola. Que horribles son las colas de rata. Peladas, desmesuradas, desproporcionadas, Casi tan desagradables como sus patas. Y Toto, orgulloso. Comiéndose a esa rata. Subí a mi bulín privado –o no tanto, ya que Toto lo comparte sin mi permiso pero con mi consentimiento-, tiré el colchón y la almohada. Comprobé que contaba con reservas de alcohol y tabaco suficientes como para conjurar cualquier ataque de pánico y me acosté a pensar. Algunos tenemos la pésima costumbre de pensar antes de dormirnos. Y, así las cosas, he desarrollado ciertas tácticas para aventar pensamientos tortuosos. Hay gente que habla de conciliar el sueño. Yo no lo concilio. A mi me atrapa,  me vence y a mi modo de ver, me mata por algunas horas. Entonces es conveniente pensar cosas livianas o agradables. Repasar formaciones antiguas  de nuestro equipo favorito, tratar de entender, sin preparación técnica alguna y siempre sin éxito, como funcionan las máquinas y cual es la diferencia con el funcionamiento del cuerpo humano, armar pinturas en la oscuridad, explorar el propio pasado hasta llegar al primer hito de conciencia. Y mil otras cuestiones tan apasionantes como agradables al pensamiento. Pero anoche…- Anoche no podía apartar aquella imagen. Toto disfrutando felinamente de lo que a mi me resulta abominable y asqueroso. Pasando su lengua un par de veces y retomando su masticación ruidosa y de costado, con las orejas hacia atrás. Y la rata, o sus despojos, vencida, blanda y gris. Gris rata. Me desperté sobresaltado y recordé mi infaltable vaso de agua.- Casi tomo un sorbo, pero me detuve petrificado. ¿Y si a Toto no le cayó bien la rata? ¿Y si, mientras yo dormía, el maldito bebió de mi vaso? Todo ello es espantosamente posible.- El malvado es sigiloso, casi imperceptible y he dejado las ventanas abiertas de par en par. Es una noche hermosa. ¿Y si hemos compartido el agua de mi vaso?. Sospecho que ya es tarde.- Sospecho que ya nada puedo hacer y me parece sentir un sabor a rata. Tomaré otro trago y me volveré a dormir pensando en cosas agradables.-  


No hay comentarios: