miércoles, 29 de septiembre de 2010

HALLAZGO

Por un rato creí haberlo logrado!!! (igual estuvo emocionante)


HALLAZGO

Se me presentó como una evidencia.
El corazón me dio un salto. Tenía que levantarme a escribirlo antes de que semejante estado de lucidez me abandonara.
“Sí, tendemos a la inmovilidad. Los cuerpos físicos tienden a la inmovilidad. Pero la tierra se mueve, entonces no estoy quieto. Pero ¿quién te dice que la tierra no esté deteniéndose lenta e imperceptiblemente en un sistema de referencia más grande?. Si así fuera, la tierra, en algún momento, va a tener que dejar de girar… y detenerse”.
Además lo del sistema de referencia, yo ya lo había escuchado en algún lado, no era una ocurrencia mía. Estaba casi seguro de que eso de los sistemas de referencia –o como se les quiera llamar- ya fue descubierto y tenía algo que ver con otra evidencia que me asaltó: la relatividad. En efecto: “para mí” estoy quieto, aquí y ahora, pero estoy  “quieto” en una tierra que se mueve. Pero si –como lo sospechaba- la tierra dejaría de moverse en algún momento, mi percepción inicial, la tendencia a la inmovilidad,  estaba confirmada –o casi-. Sólo debía pulir mi idea y saltar de la cama lo antes posible antes de que se me empiece a borrar o a tornárseme confusa.
Mientras me calzaba el helado jean pensaba “vale la pena salir de mi cálido nido de frazadas. Lo que tengo en mente puede ser el principio de una explicación total, de una coherencia cósmica incluso aplicable a la existencia humana y a sus últimas causas”.
No reparé ni en atarme los cordones de las zapatillas. La urgencia lo justificaba. “Pensar que todo me apareció maravillosamente como una suerte de revelación, a partir de mi contraimpulso a salir de la cama donde me encontraba tan cómodo y abrigado, a pesar del mandato de las convenciones y del puto radio-reloj que marcaba las doce y veinte, titilando sus números digitales como puñaladas que me asestaba el odioso imperativo social a levantarme”. Me felicité mientras trepaba presuroso las escaleras, pensando “Menos mal que siempre fui un rebelde. Que bendición, haberme resistido a levantarme sin más, como un autómata despreciable y disparar la gran cuestión: ¿Por qué?!!!. ¿Por qué voy a moverme y a mudar este estado placentero en sacrificio?. ¿Acaso las cosas tienden a moverse naturalmente? ¿Si arrojo una bolilla, no busca detenerse en algún punto?  ¿Los propios seres humanos, no tendemos finalmente a “detenernos”?. Absolutamente excitado, me atravesó la idea de telefonear a un amigo Ingeniero, amante de la Física, para echar luz sobre su mente con el hallazgo, pero primó mi egocentrismo –lo confieso- y decidí sentarme al teclado y desparramar los conceptos clave para no perder el hilo de mi razonamiento. Inmediatamente investigaría “por las mías”, sin compartir mérito alguno, sobre mi grandiosa teoría y, de paso, tomaría algunas ideas de los científicos y pensadores clásicos, para mejorarlas, enriquecerlas y finalmente cerrar el círculo apasionante que todo lo explica. A quince minutos de comenzar  mi magna empresa intelectual descubrí, no sin algo de desilusión, que dos mil quinientos años antes, alguien ya planteó ese asunto que otro tipo, hace apenas trescientos, ha dado en llamar “Inercia”.     

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