A propósito del Bar Avenida: (la esquina
que nunca duerme), de los Hermanos Gadea, allí –lo aseguro- fui testigo y
partícipe de cosas fantásticas. La partida de truco con cartas imaginarias (sin
cartas) en la que al Salchichón le cantaron “33 de mano”
y en la que el logró anular la vuelta diciendo “va de nuevo…sin
querer me dí cuatro cartas….”; los recitales de “Guitarra larga Ramírez”,
que también –munido de un instrumento inexistente y de diapasón infinito, a
juzgar por el extremo estiramiento de su brazo izquierdo- cantaba como
inspirado por los Dioses y abstraído en sus melodías, mientras los demás le prestábamos
–literalmente hablando- una atención fugaz para volver a nuestros asuntos de
alcohol y choripán; la conversación con el “Twyggy”, quién me pedía algo de
plata para concurrir a un Kilombo cercano, mientras se le escapaba un perrito
diminuto, tipo Chihuahua berreta, de uno
de los bolsillos del camperón que llevaba puesto; el sándwich de sandía servido en el
plato (ante el requerimiento burlón y
desafiante de un atrevido capaz de dudar que en el Bar Avenida había de todo
–fue, y no se me discuta, el primer Drugstore en el mundo-). Los
encendidos discursos de Evaristo Tutti,
eternamente reelecto Intendente de Isletas, según él mismo se jactaba: por su
“inmenso instrumento de convicción” asociado a la notable mayoría de femeninas
en el padrón de su Distrito. Tutti, se la jugaba en aquellos tiempos difíciles
y denunciaba de “trompetas!!!” a los
políticos de turno, ante nuestra incontenible ovación. Recuerdo que murió en la
pobreza –fiel a su honradez y a sus principios-, casualmente junto a
“Twyggy”, también infausto en la
ocasión, en una casa abandonada y con una botella de Caña Palanca obviamente
vacía como único testigo del ascenso de aquellas buenas almas al Cielo. Recuerdo grescas infernales, de las que logré
huir justo a tiempo y reflexionando: “¿para qué me quede hasta tan tarde, si
sólo vine a comprar cigarrillos?”. Recuerdo al “Negro”, que declaraba luchar
contra su adicción al alcohol y por lo tanto, sólo se permitía empinarse las
botellas de Colonia 555; recuerdo al “moco itinerante” del Gordo que nos miraba
fijo, hablaba amargamente sobre las mujeres, se pasaba la mano por la cara o el
pelo… y con ella el moco que iba y venía
por toda su cabeza y que –inevitablemente- nos distraía del apasionado
discurso, con su azaroso viaje.- Recuerdo que había un lugar secreto –entre las
botellas de un estante- en que “yo” tenía mi encendedor reservado (o así me lo
hicieron creer, como a todos los que allí recalábamos, los dueños del Bar).
Recuerdo que en aquellos tiempos, y a esas horas todas las mujeres… y digo
todas… dormían en Crespo (o así estaba tácitamente convenido), ya que ese
tiempo sin tiempo era para “comentar el partido” de la noche recién muerta de
cada banda o náufrago solitario que –como llegado a rastras a su madriguera-
sentaba su culo en las frías, azules y despintadas sillas de lata. Recuerdo los incomparables choripanes… el
“Delifrú”, el café despertador con una cantidad de azúcar que hoy me resultaría
intragable, los osados que se “enganchaban” en la misa del domingo, como para
volver “justificados” a su casa.. Recuerdo los cueros de serpientes inmensas,
los cuadros de boxeadores y automovilistas, los frescos de las paredes.
Recuerdo ir a mear en el terreno vecino. Recuero mis primeras “timbas” de
figuritas compradas en el Bar y perdidas inmediata y torpemente ante pibes más
expertos bajo la mirada del San Martín mudo y solemne del busto de la
“Plazoleta”. Recuerdo las confusiones
(de interlocutores) … y las confesiones (de amores, -hasta los nunca declarados a su destinataria
…que dormía-…). Recuerdo decadencias,
abyecciones, obras de arte espontáneas, gloriosas e irrepetibles. Hoy paso por
el lugar sin ver, pues no me importa ya que no está el Bar. No hay fecha cierta
-¿Qué cosa es “cierta”?- para su verdadero final. Quizás cuando muera el último de los que allí
asistimos –y aún no ocurre- habrá
cerrado sus hermosas puertas – y dormirá la esquina que nunca duerme- el “Bar
Avenida”.-
martes, 6 de diciembre de 2011
domingo, 6 de noviembre de 2011
EL MONSTRUO DE FRANKENSTEIN EN EL ASCENSOR.
Ya sé que no sirve, ni resulta
conveniente contar los sueños propios, ya que sólo a uno le resultan
interesantes, son difíciles de relatar con alguna estructura coherente o, al
menos, comprensible para los sufrientes interlocutores y suelen terminar en
bostezos, miradas inútilmente esforzadas para acceder a nuestra “fascinante”
experiencia onírica y en un “Ahí me
desperté”, seguido
de explicaciones inexplicables tendientes a justificar de alguna manera nuestro
acto de absoluto egoísmo consistente en apropiarnos por un rato de la atención
del prójimo sabiendo de antemano y de modo casi moralmente criminal, que
nuestra narración culminaría en nada. Justo en el punto “culminante”. Contar
nuestros sueños es, ahora que lo pienso, descubro
y asumo, una paradoja propia de un malvado, capaz de destruir sin
remordimientos hasta al noble concepto de la
inmaculada solidaridad. Es “compartir” con intención egoísta. Es “mi placer”, tener en vilo al resto que
espera y hasta ruega por el apoteósico desenlace, transitar mi relato de vía
muerta.
sábado, 29 de octubre de 2011
Todavía, no.
No estoy muerto, sino resucitando -eso creo- . Metido en mi novela-despelote que será? "Ojorojo". Besitos.
viernes, 8 de julio de 2011
AL CAMPO
Decidió alejarse de todo. Del ruido.
De las redes sociales. Del teléfono. De la TV. De la compu. De las reuniones de
compromiso. De la sociedad.
Y se fue al campo.
No lo hizo en actitud rebelde ni de
hartazgo.
Lo hizo por temor o súbita sospecha de encontrarse
alienado.
No lo hizo declarando una definitiva
ruptura.
Lo hizo para –sin más explicaciones- hallarse a solas con él mismo.
Habitó un indeterminado tiempo en una
tapera cedida sin plazos por un amigo. De
esas que no han acabado de derrumbarse, emplazadas en la profundidad de los
inútiles, improductivos y frecuentemente inundados territorios del Sur de Entre
Ríos que se observan, aparentemente infinitos, monótonos e iguales, a ambos
lados de la ruta cuando se viaja en auto a Buenos Aires.
Su amigo –para “eso” están los
amigos- cumplía semanalmente con no preguntar y, en lo posible, no tomar
contacto con él, limitándose a dejar los bultos con comida y agua mineral. Ya
habría tiempo para conversar y aquel no debía preocuparse –le había asegurado al
despedirse-.
La paz y determinación de sus ojos,
sin dudas resultaron lo suficientemente convincentes, y hasta tranquilizadoras.
Llevó consigo tres gruesos y
pretensiosos cuadernos de notas, más al poco tiempo –sin horas, sin días y sin
relojes- intuyó que mucho más de dos de ellos estarían de sobra.
Intentó la reflexión y no halló nada.
Intentó la poesía y encontró lo
burdo.
Intentó el ayuno purificador y, muy
en breve, recurrió a los paquetes de comida.
Intentó la inspiración y sólo vio
desgarbados espinillos sin propuesta.
Intentó la cacería y no halló presas
a disposición.
Profirió gritos extenuantes … y no
oyó ecos, ni respuestas.
Su nerviosa espera en el sitio
acordado para recoger los atados con comida, le otorgó el alivio cuando, tras
un tiempo incalculable, divisó la camioneta de su amigo.
Ocupó el lugar derecho del asiento y
no hubo palabras durante el viaje de regreso, ni al bajarse en la puerta de su
casa.
Encendió el televisor y supo sobre fecha
y situación.
Transcurrió con ¿placentera? ansiedad
el domingo que faltaba.
Y a primera hora de aquel lunes
cumplió sin queja alguna con el compromiso de comunicar su reintegro anticipado
y su renuncia a los restantes días de licencia. Abrió con calma la puerta de su oficina, encendió
la radio a buen volumen, reactivó su PC y observó gustoso la aparición de tantos
mails no abiertos y por abrir. Tomó el tubo del teléfono y … lo volvió a
colgar, con presentido placer. Se reclinó en el sillón de su escritorio y cruzó
los brazos tras su nuca con una –ya casi olvidada- semi sonrisa. De aquellas
propias de un tipo, situado al fin, en su agradable y siempre presto a recibir
… vacío.
jueves, 30 de junio de 2011
PERSIANAS
Se trata de bajar persianas…
Uno que anduvo mirando al sol, aún al precio de
encandilarse.
Se trata de bajar persianas, parece.
De bajar, si es menester todas, incluso las más
queridas.
Para “salvarse”.
¿De qué?, ¿De Quién?, ¿Para Quién?
Se trata de bajar persianas…
El mejor método de “autoayuda”
¿De Quién?, ¿Para Quién? ¿Contra Quién?
Casi me he convertido en un experto
que baja persianas y vuelve, sin más, a “lo suyo”.
En ello me descubro, sorprendido de mí mismo, hasta
“eficiente”.
Y siento que ya ni me duelen los brazos (quizás un
poco el alma –lo confieso-).
Pero ocurre que “lo suyo”, de tantas persianas
caídas,
se asemeja a un territorio perfectamente “a salvo”,
pero oscuro, solitario y hasta aterrador.
¿Para Quién? ¿Para mí?
martes, 28 de junio de 2011
INSECTO EN INVIERNO
¿Qué hace un insecto parecido a un
mosquito en invierno?
Lo barrí de mi Escritorio con un
trapo.
Pero creo que merecía mejor
suerte, por su valentía y carácter transgresor.
Es que los insectos-mosquitos
corresponden al calor.
Este sujeto “no pertenecía” a esta
situación tan gélida.
Estaba medio atontado, y no creo
que fuera capaz de volar –lo reconozco-
Pero ello no justifica un barrido
infame como el que le propiné.
Quizás, con ese gesto brutal y
desdeñoso,
Haya abatido al primer Argonauta
de su especie.
Siento una incipiente culpa por el
fin de su aventura.
¿Y si a “nuestro Adán”, apenas
descendido del árbol,
un Gigante prepotente o hasta
distraído lo hubiese “limpiado de un plumazo”?
martes, 21 de junio de 2011
MARTÍN
Martín, sin historia y sin
apellido.
¿Adonde fue Martín?
Habita apenas en mi memoria y no
sé si de alguien más, como les suele ocurrir a aquellos hombres que vivieron y
murieron solos.
-"Te juro Negro, que pasó
así, como te lo cuento. Y te lo juro por Dios. Si así no fuera, que me caiga muerto en este
momento".
Un ruido sordo y seco llenó la
noche. El Negro trató de asimilarlo en el tiempo que duraron sus cuatro pasos
de caminata de regreso hacia la casa de Martín y se percató de que no tenía más
acompañante nocturno.
Martín yacía, cuatro pasos
atrás, desparramado debajo de los
armazones de fierro amarilllo -de función indescifrable para los pibes que
jugábamos en el barrio-, como muerto.
No había que provocar a Dios. No
había que pronunciar su nombre en vano.
¿Era el Todopoderoso capaz de
castigar de manera tan cruel a un pobre viejo borracho y solitario, con semejante rigor por el solo hecho de
invocarlo como testigo?
El Negro volvió sobre sus pasos y
comprobó que Dios algunas veces -demasiadas veces- se ocupa sólo de cosas más
importantes que los hombres no alcanzamos a entender.
De todas maneras, en este caso
estaba bien que así sea –reflexionó en un suspiro aliviado cuando vio a Martín
desparramado en el suelo, tomándose la cabezota y gimiendo… pero vivo-.
Martín se levanto con un chichón
inmenso en medio de su arrugada frente y el Negro lo acompañó hasta la inmensa,
infinita, soledad de su cama fría.
Vivía de prestado en la esquina.
En una de esas casas misteriosas, de propietarios desconocidos, muertos o
lejanos y desinteresados.
Nos tiraba agua helada por las
rendijas de las persianas de madera despintada cuando interrumpíamos su siesta
y osábamos sentarnos a conversar y a hacer ruido en el umbral de la puerta -de esas de antes-
con escalón de ladrillo anaranjado al frente.
No sé más de él, ni creo que
nadie sepa.
Su anécdota, sin embargo, nos ha
hecho reír -con pretensiones de eternidad- después de quién sabe cuantos almuerzos.
Apenas eso. Martín, sin apellido
y sin historia.
Me ha servido hoy para que se
rían por un rato mis hijas, inconscientes y sin
culpa alguna, como él. Para percibir lo fugaz y trascendente de un chichón, o
de una risa.
En una de esas -¿quién de los sabihondos lo sabe?- ,
existe un lugar por ahora inasequible que
se nos guarda a Martín, al Negro, a los chicos víctimas de su agua
helada que no cambiaron su inocencia y
sus ansias de aventura por monedas, para encontrarnos y ser felices sin
angustia alguna o incluso hasta para chocarnos con armazones de hierro que nos
desmientan en nuestros desvaríos, no ya a manera de condena o para hacernos
sentir culpables sino tan sólo, y nada menos, para desafiarnos a nuevos
desatinos curándonos paradójica y eternamente de la tan temida "herida absurda".
viernes, 17 de junio de 2011
REALIDAD "VIRTUAL" (SIC)
No sé que hice. Pero me
importa un carajo. Me encanta y me moviliza Whitsnake y “Child of
Babylón”. Ta ta ta ta tannn, Ta ta ta ta tannn!!!!, Child Of
Babylooooonn!!!. DESCONFIGURÉ TODO. QUE TIEMPOS INFAMES ESTOS, EN LOS CUALES,
UNA SIMPLE E INENTENDIBLE "DESCONFIGURACIÓN" DE UN APARATO PASIBLE DE
SER CAGADO A PATADAS Y ANULADO PARA SIEMPRE, TE PONE EN ESA SENSACIÓN (EN ESTE
CASO VIRTUAL, PERO OTRORA EMOCIONANTE) DE SENTIRTE PERDIDO. ANTES (ME PARECE O
LO IMAGINO), PERDERSE ERA PERDERSE EN SERIO. AHORA LA SALVACIÓN ES DESENCHUFAR
TODO, DORMIR Y LLAMAR AL TIPO JOVEN QUE SABE DE ESTOS FUCKINGS APARATOS. LA
TECNOLOGÍA ME RESULTA SEGURA ... Y POR LO TANTO INSOPORTABLE. CUALQUIER DÍA (Y
CREO HABERLO OÍDO YA) ANDAREMOS DÁNDONOS BESOS Y ABRAZOS VIRTUALES, ASCÉPTICOS
Y PROPIOS DE INTERNET. ME CAGO EN INTERNET. YO PREFIERO EL OLOR A PASTO VERDE,
A TIERRA, A TRANSPIRACIÓN. PREFIERO UN DESAGRADABLE SALPICÓN DE SALIVA
PROFERIDO POR MI INTERLOCUTOR Y HASTA SU MAL ALIENTO O EL ENCANTADOR OLOR A
ROUGE. PUES BIEN... YA QUE ESTE ES MI TIEMPO: "LARGA VIDA A BILL
GATES"... Y A JIM MORRISON (CON EL QUE ME QUEDO). A PROPÓSITO... ESTE
TIPO... COVERDALE... TIENE BUENA VOZ ... LE AVISORO FUTURO. DEBERÍAMOS
JUNTARNOS, ABRAZARNOS Y DARNOS MUCHOS BESOS, ANTES DE QUE SEA TARDE Y FORMEMOS
PARTE DE UNA "REALIDAD" VIRTUAL.
viernes, 3 de junio de 2011
LA LUPA DE AREKNIS
“LA LUPA DE AREKNIS”
Areknis se sabía poseedor de un inmenso poder.
No le había sido conferido por merecimientos, sino por un
extraño azar cuyas causas, lógica y
racionalmente, Areknis desconocía. ¿Pueden conocerse acaso las causas del
azar?. La propia definición del azar repudiaba tal posibilidad. Si hay causa,
no hay azar –se repetía Areknis-.
Sin embargo, los habitantes de la gran Aldea no se detenían
en tales incómodas reflexiones y se empeñaban en creer-amar-temer a Areknis y a su lupa. Porque referirse a
Areknis implicaba, de manera inescindible, a su lupa.
Los niños de la gran Aldea garabateaban incluso, sus primeros monigotes de Areknis “con su
lupa”. Cualquier forma o imagen, por
absolutamente primaria que fuera, era reconocida –ya que Areknis no era, en rigor
de verdad, “conocido” por la gente de la gran Aldea- como Areknis en tanto apareciera acompañada de
su lupa. No era concebible un Areknis sin su lupa, como no era concebible un
azar con causa.
Ello precisamente: esa última “vuelta de tuerca” rehuída o
excusada sin más por su grey, esa “no cuestión”, ese confortable
“creer-amar-temer”, era lo que le perturbaba, al punto
a veces, del disgusto y la cólera para con quiénes le amaban y a quiénes
él debía amar.
Puede leerse en los -escritos por un extranjero y poco
confiables según sus más furiosos detractores-
libros sobre el devenir de la gran Aldea, que aquello fue
el motivo del desastre.
Relata el parágrafo 170 del Segundo Libro del
Aleccionador “ Y he allí, en la cómoda
ignorancia y en la vacua indagación de sus fieles, que Areknis
no halló más forma que el castigo”.
Tras la catástrofe a la que sobrevivieron sólo algunos -merced
a la suerte y no a la razón- que no tardaron en llamarse “elegidos” para el
mayor asco de Areknis, éste -de furia ya saciada- comprobó la
persistencia en su duda inicial.
Y se sintió impotente y sucio de muertes. Y se sintió pobre
e ignorante. Y se sintió mínimo e insignificante. Tan insignificante y a tal
punto diminuto, como para comprender, en un segundo de lúcida intuición, que sólo
a través de una mágica y poderosa lupa le resultaría posible tornarse divisable
en la infinita inmensidad para Aquel Otro.
martes, 31 de mayo de 2011
Vamp... (por Mario Milocco)
Le pasé para probar-jugar, el texto de “Confesión”, que había metido hace tiempo en el blog. Al día siguiente –o al otro, a más tardar-, me mandó esto que él denomina “Historietita”. A mí me parece fantástico y hasta me da miedo: ¿Cómo hace este tipo para “leerme” tan bien la cabeza?. Tanto los dibujos, como el texto y hasta el Título (acertados y contundentes para esa “Historietita”), le pertenecen exclusivamente a Mario. Lo publico arbitrariamente y sin consulta como gesto de admiración. Dibuje Maestro!!!
INSOMNIO DE INVIERNO
Hasta ¿pocos? años atrás, mis insomnios consistían en una deliciosa nocturnidad.
Ni se me ocurría denominarlos “insomnios”. Eran, más bien, “mi parte” del tiempo. Mi egoísta y robada al reloj, parte del tiempo. De aquellos robos en más de una ocasión salía impune y feliz, con la felicidad propia del buen tramposo, y en otras tantas pagaba estoico mi condena de ardor de ojos y resaca, de mañanas hostiles y soles impiadosos.
Sin embargo los buscaba o me venían -¿Qué se Yo?-. Colmados de sorpresas y emociones, ahí estaban … convidándome a no calcular precios.
Pero ahora, y en invierno, es otra cosa. Es que debo levantarme y vestirme entero. Es que afuera hiela. Es muy diferente… amargamente diferente incluso a otros inviernos no tan lejanos, en los que ni siquiera me molestaba en acostarme a dormir por lo que, lógicamente no necesitaba desvestirme, meterme en la cama, levantarme y vestirme otra vez.
Nada de eso: Aguardaba y palpitaba excitado el advenimiento de la noche…. de “mi noche”.
Acatando terapias y consejos bienintencionados, hace un tiempo que intento –y lo suelo practicar- “acostarme temprano y como debe ser”.
Y surgen los demonios. Y la compulsión. Y me pican las sábanas. Y saco una pierna y me da frío. Y me doy vuelta y me revuelvo. Y me acomodo de un costado. Y me ovillo como un feto (casi a salvo). Y me reacomodo del otro costado. Y me da calor y hasta transpiro. Y tomo agua de la mesita de noche. Y me pongo “panza arriba” y con los brazos cruzados sobre el pecho –tipo muerto-. Y suspiro. Y pienso en lo que estoy pensando y en cómo carajo llegué a ese pensamiento. Y rebobino pensamientos hasta su mismo origen. Y miro –silencioso, sumamente silencioso- los numeritos digitales y fluorescentes del reloj. Y me doy vuelta dándoles la espalda en un vano afán por ignorarlos.
Y a la más exacta e imprudente de las deshoras, decido levantarme. A veces concluyendo que el infierno no ha de parecerse a “la nada” tan injustamente temida. Y advoco a mi admirado Sócrates, en el Fedón, descreyendo de esa suerte de nada o sueño eterno, del que no puede temerse ya que “no es”. No es posible el mito de Endimión. “No puede temerse a la nada”, me repito. No. Esto es algo peor. Es estar consciente en horas propias de inconscientes. En horas “muertas” para los normales. Esto es un mínimo “botón de muestra” del infierno que tal vez merezco. Y debo levantarme. Y en invierno. Y vestirme, y abrigarme. Y presentir, pese a todas esas vallas de incómodo ropaje que me lo advierten, que en escasas horas pagaré mi “Factura”.
Pero me levanto.
Y compruebo -ante el abominable blanco de la pantalla o de la hoja- que ya no se trata de hermosa nocturnidad, sino de insomnio. De un insomnio de invierno.
CONTRAINSTROSPECCIÓN.
NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA
QUE LOS ÁRBOLES ME RESULTAN COMO ESPECTROS
NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA
QUE LAS MIRADAS SON TAN FRÍAS, DE DESPRECIO
NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA
QUE DEMASIADAS VÍCTIMAS YA CARGO
NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA
QUE TODA CONCLUSIÓN ME SERÁ HORRENDA
NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA
SITUADO EN TERRITORIO DE TINIEBLAS
NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA
ACOMPAÑADO POR MI MALA COMPAÑÍA
NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA
QUE BAJÉ CASI TODAS LAS PERSIANAS
NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA
QUE YA ANDUVE POR ESTOS LABERINTOS
NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA
QUE NO PUEDO HABLAR CON NADIE, Y QUE NO QUIERO
NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA
QUE DORMIR SERÍA LA CALMA TRANSITORIA
NO PENSARME A MÍ,
NO AHORA
PENSAR QUE APENAS ALGÚN GESTO EN SUS RECUERDOS,
JUSTIFICARÁ ESTE Y TODOS MIS MOMENTOS.
miércoles, 9 de marzo de 2011
música y afectos
Música y amigos: En la madrugada del viernes se me ocurrió….. no, no se me ocurrió “se me salió” como salen algunos cuentos, un deseo por compartir la agradable sensación que me provocaba el escuchar un disco de esos “guardados en no sé que cajón de los sentimientos”. Se trataba –como pudo aleatoriamente tratarse de cualquier otro- de “Jazz”, aquel disco de Queen que –confieso- no es para nada mi disco favorito de la Banda, sino más bien fue en su momento motivo de mi enojo por las expectativas puestas en él cuando lo tuve por vez primera en mis manos y una suerte de decepción tras escucharlo. Sin embargo esas melodías ya remotas en mi cabeza, lograron transportarme por un mágico instante a través de sensaciones placenteras, casi diría reminiscentes. Y “aparecieron” mis amigos… asociados inevitablemente, como cuando entramos a una casa y percibimos el aroma particular de “esa casa”, de aquella –quizás no la misma- que a veces frecuentábamos y que perdimos (¿perdimos o será que guardamos en los “libros de la buena memoria”?). Pues bien: tiré –disfrazado de patético dictador- mi botella al mar de los afectos y en este confuso momento de mi vida-viaje supe, para mi al menos momentánea paz, que “por ahí” andan ellos. Los míos. Los que me acarician el corazón. Sirvió “Jazz”. Te debo una “Jazz”.
martes, 25 de enero de 2011
ROSTROS
¿Qué necesidad tienen de poner rostros?
Terminaré por dejar de leer revistas.
Son insoportables en el baño. Me observan y me inhiben. No puedo apagar la luz y dejarlas al lado de mi cama. Se que me están mirando aún en la oscuridad. He encendido la lámpara repentinamente para comprobar que para mi espanto permanecen con sus ojos abiertos, a veces sonrientes o incluso fingiendo distracción; otras insolentes y con su mirada inquisitiva, pero siempre –indefectiblemente- invadiendo el íntimo territorio de mi mente para torturarme.
No es solución –ya no lo es- poner la contratapa hacia arriba cuando esta no contiene retratos, ni buscar dentro de la publicación alguna página que no los tenga. Sé que están ahí. Apenas a una brisa de reaparecer y exponerme a su macabro antojo. No encuentro refugio cierto en esta, mi propia casa, atestada de revistas y publicaciones, plagadas a su vez de retratos infernales.
La casa es grande… ya es inmensa. Y no me atrevo a entrar a ciertos cuartos porque lo sé. Sé que allí están acechándome. Están por todas partes y, ahora que lo pienso, tengo la certeza de que es demasiado tarde. No he de salir de aquí, de este refugio último donde escribo y del que me encargué por un impulso instintivo o quizás desgraciado que en definitiva hará más larga mi agonía, de quitar a oscuras y entregado al tacto de mis inhábiles manos atadas por mi voluntaria y transitoria ceguera, cualquier impreso en papel que se pusiera a mi alcance en la torpe pero meticulosa búsqueda expurgatoria.
No existen rostros aquí que me amenacen. Estoy seguro de ello. Estoy seguro. Tan seguro como de mi cercana muerte cobrada por el hambre. Me lo asegura el rostro ajeno y aterrado que veo en mi pantalla.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)