ENCENDEDORES
Los encendedores portan la muerte súbita.
Se agotan interiormente –como si nos fuera
un absurdo imperativo “controlar lo que les queda” en momentos de descontrol-.
Se traban y endurecen irremediablemente (y
albergo casi certeras sospechas de que lo hacen cuando no hay de sus
pares) –como si sus arbitrarias trabas
fuesen previsibles a un compulso-.
Portan una muerte súbita y traidora,
taiwanesa, china o argentina (¿qué me importa?). No merecen, ni por asomo, ser defendidos ante mis amigos en amables
reuniones.
Sí merecen mi total desprecio, por
“fallutos”.
Y en mi caso particular, cosechan lo que
siembran: el tacho más cercano o el revoleo sin destino.
¿Me das fuego…?